martes, 28 de junio de 2011

Una tarde de primavera....

Una tarde de primavera, cuando los cantuesos y las jaras florecían, casi a la hora que el sol corría a ocultarse trás el horizonte, al borde del camino, entre la hierba, intentando pasar desapercibido, con su moteada librea, inmovil e impavido, miraba con sus ojos negros como el azabache, allí permaneció esperando a su madre, sin saber quien era aquel extraño ser que le observaba; no quisé tocarle, ni acercarme mucho, no fuera que al impregnarse de mi olor su madre lo rechazara.
De esta manera cuando ya las sombras de la noche invadian y se apoderaban de la tarde, me alejé, temiendo por su suerte y los peligros que le acechaban que no son pocos.
A la mañana siguiente, temprano con el corazón en vilo, recorría el lugar donde había quedado el corzino, temía que algún zorro, perro suelto o algún desalmado, que de estos hay muchos, se hubíeran ensañado con su fragil y recien estrenada vida, presuroso caminaba hasta dicho lugar y para alegria mia ya no estaba allí, su madre había regresado a por él, como luego más tarde pudé comprobar al verle corretear trás su progenitora.


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